¡Volvió, volvió! En medio de esta pandemia que aún nos asecha, Alejandra Guzmán, después de dos años y medio, regresó a la Arena Ciudad de México y demostró, una vez más, que ella simplemente es ¡Espectacular!
Aproximadamente a las 21:27 del sábado 30 de julio nos temblaron las piernas y el corazón cuando en medio de la noche, con gran autoridad y fuerza; apareció. La cuenta regresiva inició, faltaban 10 segundos, los últimos 10 segundos de espera, los mismos que, parecían sincronizarse con nuestros latidos y respiración: al fin y a pesar de estar en esta ola de enfermedad, estábamos ahí, juntos, con ella.
Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno; y al grito de todos los asistentes de la Arena, un inmenso telón color plata cayó. Todo estaba listo, las luces se apagaron y sonaron en vivo, por fin en vivo, los primeros acordes de la noche. La música de La Guzmán estremecía con tal intensidad que toda la espera, la incertidumbre de la época y mi eterno pesimismo al pensar que no volverían los conciertos en vivo, se desvanecieron al igual que lo hizo aquel telón plata. La Guzmán, en el inmenso escenario de la Arena Ciudad de México y en medio de un lleno total; apareció. Juro que me pareció más diva que nunca, más grande que siempre. La volví a ver invulnerable, firme, ¡eterna!
“Oh yeah”. Era ella, era su inconfundible, enigmática y potente voz. “Siento que nado entre tu aliento / esto solo es un juego / ven, toma el riesgo”. Volvimos a escuchar a La Guzmán en vivo, volvimos a cantar junto con ella, y como en una especie de declaración, repetíamos: “Y quiero más de ti / de tu locura vivir”. Y es que así es, somos muchos los que vivimos unidos a la locura de “La Reina de Corazones”.
Los aplausos y los gritos y las risas ya no esperaron: ¡Otra vez, otra vez La Guzmán nos había unido! Entre efectos de fuego y hielo, relámpagos, volcanes a punto de hacer erupción y campos de helados; ella, vestida en con una especie de leotardo corto y falda azul, daba inició a lo mejor de la noche, del día, tal vez del mes, quizá del año: “Quiero más de ti” sonó con una gran fuerza en aquel recinto y también dentro de mí.
Visiblemente emocionada, Alejandra irradiaba sensualidad y la misma energía que en su esencia la ha definido durante tantos años. Continuó con canciones icónicas como “Míralo, mírala” y en un viaje un tanto nostálgico y después de mucho tiempo volvió a cantar “Luz de luna”. Los que, durante tanto tiempo la hemos seguido, tal vez no podemos olvidar sus falditas, su cabello corto y esa energía que nos contagió tan fuerte que, 30 años después nos sigue emocionando.
En la Arena, el silencio se destruyó con éxitos como “Un grito en la noche”, “Cuidado con el corazón” y “Loca”, entre otros, mientras el público aplaudía, cantaba y esperaba cualquier momento para gritar: “Ale, Ale, Ale”. Ese grito en el que los fans damos el alma si es necesario.
El turno del primer invitado llegó. Aleks Syntek y Alejandra Guzmán cantaron “Sexo, pudor y lágrimas”. Más de 20 años, afirmó La Guzmán, tuvo que esperar para cantar la canción que, confirmado por el mismo Syntek, había sido compuesta para ella. Los momentos mágicos llegan, siempre llegan. ¡Qué emoción, qué locura estar en un mismo tiempo, en un mismo espacio donde está ella, donde suena la voz de Alejandra Guzmán!
La noche continuó con algunos cambios de vestuario y las letras de “Mala hierba”, “Toda la mitad” y “Diablo”. La energía de ese momento fue indescriptible. Tal vez la pandemia nos ha enseñado que, frente a nuestros ídolos no hay después, no debemos de guardarnos nada; y así fue. Volví a ver al público enloquecer porque su diva, nuestra diva estaba en el escenario.
Y pronto llegó el momento de ver a Erick Rubín. Y las voces graves de La Guzmán y el que fuera la inspiración de “Hey güera” oscilaban entre la rebeldía del rock y el sentimiento de la balada para entonar “Volverte a amar”.
Poco después un número con tambores sacudió la Arena. Y Alejandra, en medio de todos ellos expresó que ella sí es profeta en su tierra. La energía de La Guzmán trasciende, rompe barreras y en esencia, está intacta.
El tiempo dio lugar a la llegada de Fey para cantar “Eternamente bella”, canción que, parecía quedarles a la perfección.
El final del concierto se asomaba con “Hey güera”, “Reina de corazones” y “La plaga”. Mientras una Alejandra reflexiva y honesta repetía una y otra vez que extrañaba a su público.
La Guzmán abandonó el escenario y en esa mezcla de sentimientos tan característica del final del evento, gritamos “Ale, Ale, Ale” como un llamado que más allá de una noche noche, era un llamado eterno: “Ale, no te vayas nunca”. Así que ella regresó para cantar “Oye mi amor”.
El concierto terminó. Alejandra se fue y las luces tuvieron que encenderse, si La Guzmán abandona el escenario todo es oscuridad. Pronto tuvimos que dejar la Arena.
Alejandra es ya un símbolo indestructible de la música en México, me atrevería a decir que tiene una gran autoridad para hacer y deshacer en un escenario. La trayectoria de más de 30 años y su indiscutible talento la respaldan. Y podemos estar o no de acuerdo con ella, pero la voz de La Guzmán ya es parte de nuestra propia historia. Podría asegurarlo: Todos en este país, hemos cantado alguna de sus canciones haciendo que su historia se vuelva nuestra.
Su voz, su esencia permanecen intactas. Y ya sé que el tiempo destruye todo, nos devora, nos hace polvo, pero también sé que hay fuerzas que rozan la divinidad y el infierno al mismo tiempo, fuerzas como las de La Guzmán que, cuando el tiempo enfrenta no es fácil derribarlas.
¡Grande Alejandra Guzmán: Eterna!