8 de febrero de 2020
Arena Ciudad de México
Desde hace años, he creído que hay un solo lugar en el mundo en el que la magia es tanta que nosotros, los fans, los de toda la vida, regresamos a ese primer momento en el que la descubrimos: Un concierto de Alejandra Guzmán siempre nos devuelve ese instante que los años insisten en arrebatarnos y que la “Reina de Corazones” lo recupera para hacernos sentir una vez más los de entonces, los eternos.
Hoy no quiero decir -aunque llevo perfectamente bien la cuenta- de cuántos años llevo haciendo lo mismo: ¡Emocionarme, sentir como si no hubiera un mañana y vivir con toda intensidad un concierto de Alejandra Guzmán!
Desde el pasado 7 de septiembre, el día que abandonábamos la Arena Ciudad de México después de un concierto de La Guzmán, vi en las pantallas del recinto que Alejandra cantaría nuevamente el 8 de febrero. Sí, seguramente igual que la mayoría de los fans pensé: “Un día antes de su cumpleaños”.
Esperé más de cinco meses, hasta que, por fin, un sábado desperté con la plena convicción de que el día había llegado.
Preparé maletas y como ya es costumbre, más que artículos de supuesta primera necesidad, comprobé que lo único de primera necesidad eran mis boletos del evento.
Emprendí el viaje y, con la misma emoción de aquella primera vez en que vería a Alejandra Guzmán en concierto, fui a la Ciudad de México.
Eran las 19:15 hrs. aproximadamente de ese 8 de febrero cuando llegué a la Arena y los vi. Vi a todos esos locos, con los que a veces peleo y otras tantas no entiendo, pero que reconozco: son tan parecidos a mí. Y las muestras de cariño disfrazadas de porras, de cantos, de alegría y abrazos nos unieron aún más. Yo quiero confesar que a veces quisiera ser invisible y solo verlos, verlos a todos, pero la imposibilidad de mi deseo me obliga a estar ahí, a ser parte.
No sé cómo ocurrió, pero de pronto escuché que había una lista de 25 personas, que era la hora, que debíamos formarnos; sí, “debíamos”; milagrosamente “yo estaba en esa lista”.
Y las voces se escucharon: “Entrará el mariachi”, “cantaremos las mañanitas”, “por favor, solo los de la lista”, “fórmense”. Poco o quizá nada pude decir, para mí todo era confusión.
“¿Qué pasa?”, en tono de incredulidad, pregunté a mi hermana y eterna acompañante. “Los van a llevar a verla”, contestó con esa emoción que solo yo reconozco. Mi carácter pesimista e impulsivo como siempre se interpuso: “No, no puede ser”, pensé y todo el tiempo repetí.
He sido fan durante años, he creado expectativas y a veces han sido inútiles, he llorado muchísimas veces por todo lo que esperé y no sucedió y he querido hacerme inmune a cualquier esperanza y promesa de verla. Pero a la vez, estoy convencida que todo esfuerzo vale la pena y que he de agotar hasta la última opción si se trata de Alejandra Guzmán.
Supuse que no debería ser la primera de ninguna fila ni de ninguna lista, así que solo esperé, casualmente, junto con mis tres amigos fans de toda la vida, junto con Tonny de León, Luis Galván y Jorge Ortega, a los mismos que he visto crecer junto a mí.
La acreditación empezó; una pulsera amarilla sería el pase con la “Reina de Corazones” y entonces se escuchó: “por favor, porten la playera del Team Guzmán”. En ese momento yo no tenía playera, pero increíblemente alguien me tendió su mano y me la dio. Y yo, yo que reconozco que soy exagerada, obsesiva, delicada y hasta quisquillosa… no dude en ponérmela. No hizo falta ningún baño para cambiarme, yo podría ingeniármelas para hacerlo.
Empezamos a bajar unas escaleras eléctricas y a caminar por pasillos. Recordé tantas cosas de mi vida, como todas esas veces en que con tantas fuerzas quise ser grande para poder ir a los conciertos de Alejandra Guzmán. ¡Ahora ya soy soy grande! –pensé–.
Algunas personas nos miraban: éramos 25 fans, nuestras playeras, el latir de nuestro corazón y hasta nuestra forma de caminar nos delataba.
No quiero negarlo, hubo momentos que olvidé mi deseo de ser invisible y quise, entonces, que todos notaran esa playera que demostraba que yo también era fan, fan de corazón de La Guzmán. Ahora lo entiendo, la playera da identidad, da alegría, da orgullo, la playera es pasión.
Poco después llegamos a un pequeño recibidor. Un pastel, unas flores, un regalo, globos y hasta un mariachi nos acompañaron.
Minutos después llegaron los representantes del equipo de Alejandra Guzmán y luego de unas instrucciones supimos qué hacer.
Yo permanecí en mi lugar, en silencio y un tanto pensativa y entonces; ¡Alejandra Guzmán apareció!
Su grito fue inconfundible y la música del mariachi, “las mañanitas”, los aplausos, los gritos y el eterno “gracias a la vida o a Dios o a quien sea que la ha sanado” de cada fan invadieron el lugar.
Alejandra se detuvo ante los representantes del Team Guzmán y después saludó a algunos fans, mientras unos más decidimos solo mirarla.
Ver a Alejandra es comprobarlo: La Guzmán ha detenido el tiempo. Ella, vestida de pantalón negro y blusa rosa, caminó con esa estirpe y porte de Diva, con esa seguridad de quien no tiene que pedir perdón a nadie, porque lo único que ha hecho es mantenerse fiel a sí misma. Caminó como solo puede caminar quien habla con la muerte de frente y, sin miedo, es capaz de retarla. Ella es una verdadera estrella de Rock, una mujer que no obedece a ningún planteamiento, a ningún guion. Es Alejandra Guzmán la que vuelve locos a ese grupo de fanáticos, y a otros miles más, la que invade nuestra memoria y nos acelera el pulso, la que da sentido a muchos momentos de nuestra vida.
Pudimos escuchar su risa, sus carcajadas, su voz ronca y fuerte, pudimos mirar sus enormes y expresivos ojos y entonces sé, que ella y nosotros somos los mismos de hace tantos años.
Alejandra nos roba el aliento y a veces el alma a cambio de instantes mágicos, nadie que sea un verdadero fan podría contradecirme. Aquí estás Alejandra y aquí estamos nosotros, nada ha cambiado, porque yo los vi, todos ellos la aman desde que eran niños, y por más que ha pasado el tiempo y sus cuerpos hayan cambiado, su amor por ella sigue intacto.
A ella, a la “Reina de Corazones” se le quiere desde todos lados; eso lo saben los fans de Perú, de Argentina, de Costa Rica y nosotros, los mexicanos, los que todo el tiempo confirmamos que “Alejandra sí es profeta en su tierra”.
¡Alejandra Guzmán, ¿qué importan los años? estoy segura que te amamos con la misma fuerza, la misma lealtad y la misma incondicionalidad con la que aman los niños!
Ella firmó una placa para la galería de la Arena y recibió una chamarra como regalo de sus siempre fans: “El Team Guzmán”.
Minutos después ella se fue, pero el salón no quedó vació. Ya cada memoria había hecho lo propio y aunque ella ya no estaba ahí, nosotros la seguíamos viendo. La presencia de La Guzmán nos hizo abrazarnos y tal vez en silencio y a su modo, cada uno prometió volver.
Yo sé que no es fácil ser fan, no, no lo es, la cantidad de sentimientos y emociones que provoca serlo a veces es tan fuerte que termina por rompernos. Sé de todas las inconformidades que esa lista de 25 ha provocado y ese horrible sentimiento de decir: “yo lo merecía y no estuve ahí”. Porque al final es tan cierto, todos los fans los merecemos o al menos eso sentimos.
¿Cuántas veces yo misma sentí que si no veía a Alejandra la vida misma se me iba? Y no es ninguna exageración, de verdad eso ocurre, la vida misma se nos va.
Sé que cada uno tiene razones para sentir lo que siente, pensar lo que piensa y amar a Alejandra como la ama. Tal vez todos hemos sido en alguna ocasión ese fan que lo merece y que no está, pero también estoy convencida que, si buscamos, que si todos los días de nuestra vida con alguna acción buscamos a Alejandra Guzmán, ella un día aparecerá.
Desde hace tiempo, cuando hay más fans que lugares para estar con Alejandra (como casi siempre sucede) escucho: “Es que son los mismos, los de siempre, los del grupito”, pero tal vez ignoramos que esos “mismos”, “esos de siempre”, “esos del grupito”, también son los que todo el tiempo están pendientes de Alejandra, los que gastan un dineral en ir a verla, en llevarle unas rosas, los que son incapaces de cambiarle al radio si la escuchan, los que compran más de un disco porque hay que contagiar al mundo con la música de La Guzmán, son los que compran revistas, canciones, los que están atentos de las redes, los que no permiten que nadie la critique ni la ofenda, los que se echan el mundo a sus espaldas por ella, los que son capaces de negarse cosas así mismos. Ser fan es ser fan todos los días, en pequeñísimas acciones se nota, en guardar una foto de ella en una cartera, en enmarcar un autógrafo, en soñar con un encuentro. Hay miles de acciones que nos llevan a ella, incluso sin saberlo, los fans emprendemos tantos movimientos tan irracionales que a veces el universo es el único que las entiende. ¿Quién no ha hecho una locura, una verdadera locura por ella? Todas esas pequeños actos un día nos llevarán con ella y si no llegamos a su encuentro será porque habremos olvidado lo que deseamos. Estoy segura, estoy convencida, Alejandra a su tiempo, estará siempre con quien no se ha cansado de buscarla.
Yo no quiero defender ni atacar a nadie porque sé muy poco al respecto. Al final sigo pensando que estar cerca de Alejandra Guzmán es un asunto tan misterioso que solo se compara con el milagro.