Quizá muchos de nosotros no decidimos de manera consciente ser fanáticos. Yo misma no sé cómo sucedió una cosa así, simplemente un día nos dimos cuenta de que somos capaces de enfrentar un sinfín de conflictos por llegar a nuestro propósito, en este caso, Alejandra Guzmán.
Yo sé lo que sucedió ese martes 6 de octubre de 2015 en la firma de autógrafos que Alejandra Guzmán daría en Polanco. Vi con tristeza cómo después de casi una hora de anunciar que Alejandra Guzmán se había retirado del lugar, los “fanáticos” permanecían en su mismo sitio, sin moverse, sin atreverse a abandonar su lugar en la fila y con ello, la esperanza de verla.
La gente, hasta el día de hoy, ofendida continuó con insultos a la que en un momento con una ferviente emoción, esperaron. No entiendo quién es el verdadero culpable de la “catástrofe” emocional que se vivió.
Hoy escribo como fan. He seguido a Alejandra por más 20 años. En esos 20 años he vivido momentos increíbles y también tristes, profundamente tristes. Yo también en mi memoria guardo instantes de frustración e impotencia, porque no he podido, ni siquiera, acercarme a la que he considerado como mi “ídola”, me he regresado no una ni dos veces, sino muchas con un regalo en mano que ni siquiera me permitieron entregarle, pero también conservo las fotos de los momentos en que por una especie de “revelación” supe que ser fanática de Alejandra Guzmán, precisamente de Alejandra Guzmán, ha sido una de las mejores cosas que me ha pasado en este mundo.
El rol de fanático es difícil, y lo es más si se espera una respuesta a cambio, pero entonces quizá debemos de dejar de llamarnos así. Los fanáticos defienden incondicionalmente sus creencias y en esto está el encanto.
Ignoro si la culpa fue de la tienda de discos o de la idea de firmar 500 portadas o de la misma Alejandra. El desafío no era sencillo: si tan sólo Alejandra se hubiera tardado 30 segundos en cada autógrafo; se necesitarían más de 4 horas y aún no conseguiría cumplir con la pactado, eso sin contar el tiempo que transcurre entre fanáticos, ni el que irremediablemente se pierde en este tipo de eventos. No sé si otros artistas lo hacen, yo no sigo a ningún otro artista y no quisiera hablar de otros casos.
Sé que la gente ilusionada fue a formarse desde muy temprano, no dejo de valorar a los que faltaron a la escuela o el trabajo por permanecer ahí, tampoco a los que viajaron, ni a los que compraron un regalo para ella. Entiendo a los que furiosos devolvieron su portada y tal vez hasta justifico a los que se decepcionaron de ella.
Sin embargo, creo que hemos equivocado las cosas. Nadie nos pidió que compráramos sus discos, ni que la siguiéramos, ni tampoco nos prometieron que Alejandra nos iba a agradecer algo. Nadie nos pagó un solo peso por hacer lo que hemos hecho, y ahí, justamente ahí, radica nuestra grandeza como fans. Sé, porque hablo como fanática, que para nosotros es verdaderamente una bendición que Alejandra nos sonría, nos mire, nos regale un autógrafo o decida posar ante nuestra cámara, pero definitivamente no sé si ése es también su trabajo o si se le pudiera juzgar por no hacerlo. Nosotros, los verdaderos fans, nos distinguimos por no esperar demasiado pero sí hacer demasiado, por eso somos especiales, porque no sólo admiramos a una artista, sino que la queremos, verdaderamente la queremos. Yo, ahora sé, que nadie me pidió que invirtiera un sólo minuto, ni un sólo peso en seguirla y no obstante, de corazón lo he hecho.
Yo no sé si ella, si Alejandra Guzmán es la verdadera culpable de lo que pasó, pero hoy poco me importa, porque desde hace mucho tiempo estoy convencida de que no sigo a una santa. Sigo a una Alejandra humana, a una Alejandra que se detuvo con sus fanáticos para escucharlos, a una Alejandra a la que mil veces he visto proteger a sus seguidores de su propio equipo de seguridad, a una Alejandra irreverente y auténtica, que también suele ser impredecible, sí, a esa Alejandra admiro y quiero yo. Hoy soy una fanática por convicción y sin esperar nada, porque ahora entiendo muy bien que la relación es unilateral, y que el verdadero amor en cualquiera de sus manifestaciones es incondicional, sin esperar nada a cambio.
No ignoro ni justifico lo que pasó, no dejo de preocuparme por toda la gente que dejará de seguirla por este hecho, por todos los que llenos de coraje han escrito en las redes sociales una serie de insultos. Me apeno terriblemente por los que no conocieron a la Alejandra Guzmán que abrazó a cada fan que se le acercó, por los que no la escucharon, por los que hoy no están contagiados de ella. Siento profundamente lo que pasó. Pero al mismo tiempo reconozco a los fanáticos que aún con este hecho han decidido seguirla, a los que no importando que su disco no tenga una firma no han dudado ni un instante de ella, a los que en silencio lloraron ese 6 de octubre, pero hoy han buscado en dónde estará para volver a aplaudirle, a los que han descubierto el verdadero sentido de ser un fan, a los que entienden y sienten la palabra “incondicional”, a los que seguirán a Alejandra siempre, pase lo que pase.
A los fanáticos de siempre quiero decirles que si buscan a Alejandra la encontrarán, estoy segura que la encontrarán y ustedes mismos comprobarán que no han perdido el tiempo en seguirla. Estoy convencida de que ustedes tienen un corazón enorme, no ciego ni torpe, sino grande e inquebrantable, sé que ustedes entienden que Alejandra Guzmán es “más” que una artista y nosotros “más” que unos locos. Sé que ustedes saben que ser fanático estriba en no rendirse, en sentir cada minuto que lo que hacemos vale la pena, en no dejar de querer ni un solo instante. Y a los que ya decidieron no buscarla más, probablemente también habrán hecho lo correcto.
Ser fanático es un asunto de corazón. Yo hace tiempo descubrí que no importaba si Alejandra olvidaba quién era yo, lo verdaderamente importante es que yo no olvidé quién es ella.