Primera Fila

El camino

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Rumbo a los Estudios Churubusco 

Agosto 2013

El calendario señaló la fecha: 7 de agosto de 2013. Casi puedo ver cómo llegaban todos ellos a la ciudad de México. Los fanáticos venían del sur, del norte, del centro de la ciudad, del país, del continente, por todos lados, por todos los medios. El reloj marcaba las 7:00 de la mañana y aviones aterrizaban en la ciudad, los traían a ellos, a todos ellos que habían empacado junto a su cepillo de dientes y sus chanclas de baño, su corazón. Los vi cargar esa maleta que más que ropa y accesorios para dos días, llevaba ese sueño que quizá perdura hasta hoy. 

Otros venían en autobús. Los vi bajarse con dudas, sí, con muchas dudas, pero felices, inmensamente felices los vi pagar el boleto de un taxi que los llevara a su hotel. 

A otros los vi despidiéndose de sus jefes y firmando la autorización de un día de vacaciones. Y a otros más los vi saliendo de su escuela, con su mochila en hombros abordando camiones, metros o simplemente caminando. Ellos pronto se encontrarían en los estudios Churubusco a las 4:00 de la tarde. Así lo habían acordado. 

Yo llegué a la ciudad de México a las 10:00 de la mañana y al hotel donde estaría hospedada a las 12:00 del día. No se me ocurrió hacer nada más que arreglarme para una Primera Fila. Mientras sacaba de la maleta mi playera de objetivolaguzman, temblaba y no entendía muy bien por qué. Varias veces me llevé las manos a la cabeza como un intento de consuelo. Me repetía que todo iba a salir bien, pero en seguida que pensaba en volverla a ver, el corazón latía, latía cada vez más fuerte. Veía el reloj y faltaba poco.  

Yo no podría describir con exactitud lo que sentí. Estaba insegura, siempre lo estoy, tenía miedo de que no nos dejaran entrar, de que todo fuera un error, de que algo fallara, y es que cuando se involucra tanta emoción, cuando el alma verdaderamente se encuentra expuesta y vulnerable, una simple negativa se convierte en un suceso fatídico. Yo no quería eso, no para mí, no para nosotros que habíamos interrumpido la cotidianidad de nuestra vida por verla otra vez… Volví a sentir miedo, pero también emoción; si todo era verdad, si todo era real; entonces la magia de la esperanza se volvería innegable. 

A las 3:00 de la tarde estaba lista. Imagino que me asomé por la ventana del hotel en más de 10 ocasiones sin saber qué ver, quizá solo para que el tiempo pasara. A las 4:00 era nuestra cita. Vi algunos coches transitar sobre las calles, algunas personas caminar preocupadas, otras desesperadas, otras sin prisa y parecía que sin pena. Por un momento pensé que alguien había enloquecido, o todos ellos o yo, ¿cómo es posible que vivan como si fuera un día normal? El mundo entero –pensaba– tendría que detenerse porque Alejandra iba a grabar una Primera Fila y nosotros, los de años, los de siempre, los que ya no tenemos 18 años, estaríamos ahí, con ella, como desde hace más de 20 años. 

La hora llegó y entonces fui a los estudios Churubusco. No supe en qué momento, pero ya tenía el alma descubierta, y entonces, los vi. Era fácil reconocernos, no sólo por nuestra palayera sino por la emoción en nuestra mirada, que era más que inconfundible y notoria. 

Un saludo, abrazos, fotografías, intercambio de teléfonos, risas, emoción, sorpresa, anécdotas, eventos, detalles, todo nos hacía uno. Éramos los mismos que a veces peleamos, los que en ocasiones somos envidiosos o celosos, los que pertenecemos a una página o a otra, los que poco sabemos de nuestras vidas, pero compartimos algo tan inexplicable, tan insigne… Nosotros estábamos ahí, reunidos, felices, agradecidos, emocionados. Éramos los de corazón, los que no sólo admirábamos a Alejandra, los que habíamos descubierto en ella no sé qué cosa, pero nos hacía amarla, nosotros; éramos nosotros: los fans.

La espera, la espera, la espera siempre es la espera, con su encanto oculto, pero al final su encanto. Comenzaba a llover y nadie se movió del lugar y una fila para los que traen la playera y otra fila para el resto de la gente.  

Y entonces los volví a ver y me vi entre ellos, los fanáticos, los locos que se guardan el corazón para cuando ella aparece, los que caminan soberbios con su playera porque en ese momento ningún lugar en el espacio es mejor que el que ellos tienen, los que esperaron días y días para verla, los que rezaron cuando ella enfermó, los que ese día olvidaron comer porque cuando la pasión gobierna en el espíritu lo que lastima al cuerpo se desvanece. Así los vi, con su boleto en una mano y sus recuerdos y todo lo que son en la otra. Los vi formados por horas, olvidaron el cansancio y esperaron, esperaron con una casi inquebrantable devoción. Y eran de Monterrey, de Tijuana, de Guadalajara, de Mexicali, de Chiapas, de Puebla, de Perú, de Costa Rica, de Guatemala… todos parecían entenderse, todos parecían hablar igual, incluso, parecía que todos compartían la misma sangre. 

Y a las 6:00 de la tarde entramos a un primer salón. Todos reunidos y formados volvimos a esperar y en ocasiones la algarabía era tal, que la gente del lugar nos pedía silencio, situación que al paso del tiempo fue imposible, no podíamos estar quietos, éramos unos tipos cegados de ilusión, enloquecidos de esperanza, perturbados de felicidad. Al fin, después de más de un año la veríamos, ¿acaso uno puede controlar eso? 

A las 6:50 pasamos al centro de grabación. Y los fanáticos, “los de playera” hasta delante. Y entonces todo parecía verdad, el espacio para las dudas se cerraban. La incertidumbre escapaba, los miedos se desvanecían y sabíamos que ella estaba ahí.  

Después entró el público, no, no nosotros, nosotros éramos los fanáticos, los que teníamos nuestro lugar en Primera Fila. Y cuando todos estábamos en nuestro sitio, después de las indicaciones y sugerencias pertinentes, el concierto empezaría. 

Nerviosos nos mirábamos, había tanta complicidad en nuestros ojos. El evento era verdadero, era real, Alejandra Guzmán grabaría un disco con toda su sensibilidad su sensualidad y su magia. Nosotros en Primera Fila, ya estábamos ahí. 

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