Junio 2017
La tarde del 22 de junio del 2017, la Arena Ciudad de México se convertía en un “bélico” escenario. Los contendientes, los mismos que usualmente nombramos “fans”, desfilaban decididos a defender como nunca antes a su artista.
Al llegar al “campo de batalla”, un enorme aerodirigible con el lema “Team Guzmán” señaló mi lugar. Sin preverlo, los fans de Alejandra Guzmán nos habíamos reconocido. Nadie nos había convocado y sin embargo, ¡estábamos listos!
Las primeras provocaciones comenzaron a escucharse: “Gloria, Gloria, Gloria”. La “alerta” se encendió, así que nuestra respuesta convertida en himno se escuchó como un verdadero alarido: “Ale, Ale, Ale”.
Apenas iniciaba el combate y era evidente la clara diferencia entre el público, los simpatizantes, los adversarios y los incondicionales, los que también viviamos un Versus.
Los primeros, -el público- simplemente caminaban hacia la entrada de la Arena sin ni siquiera mirarnos. Nada los delataba como “enemigos” ni “partidarios”.
Los simpatizantes, por su parte, se detenían ante nosotros y en señal de complicidad levantaba el puño para después aplaudirnos. Otros, en los mejores casos, nos mostraron sus playeras o chamarras con las siglas “AG”. Sabíamos, entonces, que preferían a La Guzmán, pero no a tal punto de involucrarse en nuestra escuadra; no importaba, de igual manera, respondíamos con un aplauso.
Los “adversarios”, con mirada retadora nos buscaban para enseñarnos que en su espalda figuraba el nombre de Trevi. Nosotros con entereza y orgullo supimos responder a cada insinuación: “La Guzmán, La Guzmán, La Guzmán”.
Y, por último, pero siempre primero: los incondicionales. Sí, esa especie de “héroes”, combinación “divina y humana”. No, no cualquiera es un fan, se necesita tanto y sé es feliz con tan poco. Y yo los vi, los vi gritar “Ale, Ale, Ale” y enseñarnos que más que un grito de gloria, era un grito de amor.
Juro que ellos se distinguen: ellos caminan diferente, aplauden diferente, cantan y aman, sobre todo, ellos aman diferente.
Estaban ahí. Desde el inicio, ellos en pleno junio, con el viento en contra, luchaban porque el aire no maltratara su aerodirigible, porque no lo derribara, porque volara, porque los hiciera presentes. Los vi emplear su fuerza y sostenerlo, los vi atentos al vuelo del globo y hasta en diálogo con alguno que otro agente de tránsito que llegaba a importunar. Otros más llegaron con una, con doce, con cincuenta y también con cientos de “rosas rojas” para ella.
Esos días, como nunca, comprendí que somos muchos los que amamos a La Guzmán. Era el “cara a cara” con la rival de toda su carrera, y ahí estaban convertidos en verdaderos ”soldados” sus fanáticos de corazón.
Y así, vi llegar a los de toda la vida y a los que apenas conocía. Y vi llegar a Jaziel y Jair de Mérida y sin que me lo dijeran, supe que viajaban por ella. Vi a Alexis de Tapachula, mientras Tonny de Guadalajara me marcaba -como desde hace más de 20 años- para decirme que ya estaba cerca. Conocí a Pako de Irapuato, siempre atento, siempre presente, siempre dispuesto a defender. Vi a los chicos peruanos que atravesaron un continente por unirse a nuestra “armada”. Fiel a su estilo y discreción, también vi a Mariana caminar entre el público, ocupar su lugar y gritar, cuando fue necesario, que también admiraba a La Guzmán. Vi a Jimmy Canre que diga lo que diga, la ama como “loco”. Dentro de la Arena y en los Versus siguientes los seguí encontrando y era Alejandra Jiménez, quien después de años se mantenía, en silencio, pero firme en la batalla. Vi a Solange, la peruana que ahora estaba en México, sí, perfectamente integrada en nuestra infantería. Y a Carmen, Joshep y Tania que unidos permanecieron alerta para poder decirle a su diva cuánto la amaban. Vi a Adolfo Rosete que salía a tomar cerveza si cantaba Gloria Trevi, como quien “no quiere ver a nadie que no sea La Guzmán”, vi a Edgar Eliut de San Luis, con su ímpetu y entrega intacta. Estaba Gina Martínez que sin pensarlo ya era una de “nosotros”, sí, todo el tiempo lo repitió “yo soy Guzmán”. Supe que Siomara de Reynosa viajó a última hora porque simplemente no podía esperar a que el Versus llegara al norte del país. Vi cientos, cientos de playeras negras con la imagen, las siglas y las letras de “La Guzmán”. Y así sucedió en cada uno de los conciertos de la Ciudad de México y Puebla.
Después de tantas batallas, tantas porras, tantos gritos, me emociona saber que son muchos los que compran discos de La Guzmán, los que buscan a La Guzmán, los que defienden, aún cuando nadie ataca, a La Guzmán.
Por supuesto, no quiero ignorar las increíbles muestras de amor que en cada Versus se prepararon para la Eternamente Bella, y si escribo únicamente del centro del país y sólo de algunos fans, es porque mi mirada es limitada y no ha podido abarcarlos a todos. Les pido perdón, por ello.
Ahora sólo puedo decir “gracias”. Gracias a los fans que leen esta nota y a los que todo el tiempo me devuelven la lucidez y convicción de saber que amar a una artista no es sinónimo de locura.